Las mujeres producen entre el 60
y el 80 por ciento de los alimentos en Bolivia. No obstante, solo recientemente
se empezó a reconocer su papel clave como productoras y suministradoras de
alimentos y su decisiva contribución a la seguridad alimentaria del hogar.
Diversos estudios han confirmado
que la mujer, se constituye en pilar de
la agricultura de pequeña escala, del trabajo campesino y de la cotidiana
subsistencia familiar, pese a todos esto tiene mayores dificultades que el
hombre a la hora de acceder a recursos como la tierra y el crédito y los
insumos y servicios que aumentan la
productividad.
De las investigaciones
realizadas, la seguridad alimentaria ha sido definida por diversas
instituciones no solo en función del acceso a los alimentos y la disponibilidad
de éstos, sino también de la distribución de recursos para producirlos así como
de la generación de poder adquisitivo para comprarlos ahí donde no se producen.
Dado el papel fundamental de la mujer en la producción y suministro de
alimentos, toda estrategia para lograr la seguridad alimentaria sostenible debe
necesariamente abordar el problema de su limitado acceso a los recursos
productivos.
El limitado acceso de la mujer a
los recursos y su insuficiente poder adquisitivo derivan de factores sociales,
económicos y culturales, todos interrelacionados, que le relegan a un papel
subordinado, en detrimento de su propio desarrollo y el de la sociedad en su
totalidad.
Los esfuerzos e iniciativas
internacionales, realizados sobre todo desde la Conferencia Mundial sobre la
Mujer, México, 1975, potenciaron el reconocimiento de la participación decisiva
de la mujer en el desarrollo rural y de otros sectores. Sin embargo, aún queda
mucho por hacer.
El acceso a métodos
anticonceptivos seguros y eficaces y a
otros servicios de planificación familiar son componentes esenciales de
la seguridad alimentaria. El nivel de nutrición de la familia y el tiempo libre
que dedica la mujer a la producción y preparación de alimentos, dependen de la
capacidad que tenga de controlar el número y espaciamiento de los embarazos.
Gran parte de la actividad
productiva de las mujeres se encuentra en la economía informal por lo que no
aparece en las estadísticas oficiales de suministro y movimiento de alimentos.
El reconocimiento y compensación adecuados del trabajo productivo y
reproductivo de las mujeres son elementos esenciales para mantener sus
contribuciones a la producción y seguridad alimentaria mundial.
Existen restricciones legales o
sociales que impiden que muchas mujeres posean o hereden tierra, derecho al
agua o a ganado, a la obtención de préstamos o a tomar decisiones sobre el uso
de los bienes familiares. Esto repercute negativamente y perjudica su capacidad
para administrar la producción y seguridad alimentarias. Según estudios
comparativos, los hogares donde los ingresos son controlados por mujeres
muestran un mejor nivel de nutrición. Las mujeres tienden a gastar una mayor
parte de sus ingresos en alimentos y combustible en lugar de objetos
suntuarios.
En los hogares de escasos
recursos las mujeres y las niñas tienen mayor probabilidad de sufrir de
malnutrición. La feminización de la pobreza ha aumentado el número de mujeres
que sufren de malnutrición. Esto afecta particularmente a las mujeres
embarazadas y lactantes, cuya ingesta de alimentos a veces no aumenta en la
misma medida que lo hace su necesidad de comer más.
La seguridad alimentaria es un
concepto multifacético que va más allá del número de personas que pueden sostenerse
de los recursos alimentarios limitados de la tierra y que abarca una gama
amplia de temas: el crecimiento, control y movilidad de la población, la
distribución de recursos, los patrones de consumo, la producción agrícola, el
cambio climático, el deterioro ambiental, la situación socioeconómica, el
desarrollo, las relaciones comerciales, la propiedad de la tierra, el acceso al
micro financiamiento y los servicios de salud.
Es imprescindible que se empiece
a dar mayor importancia a la labor de las mujeres en Bolivia.
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